LA ÉTICA DEL DISCURSO Y LA CUESTIÓN DE LA VERDAD
Un comentario
Entre el siglo XVIII y el XIX se puso de manifiesto un
rasgo del procedimiento de universalización que había permanecido implícito
hasta ese tiempo, constituyendo una nueva forma de conciencia histórica. Hasta
ese momento prevalecía la llamada filosofía de la conciencia que era el
paradigma filosófico de aquella época, que fue criticada primero por parte de
la filosofía de la sospecha y luego por la ética discusiva de Habermas.
Esta transición también puede ser descrita como la de la reflexión
monodialógica para el diálogo, o también de la subjetividad a la
intersubjetividad.
Según Leibniz el idealismo es originario de Platón y es
una posición filosófica que afirma que el mundo exterior es una idea procedente
de la mente del hombre o de un ser sobrenatural. Su enfoque es racionalista o
sea que tiene la tendencia a considerar el razonamiento deductivo como único
método de conocimiento. En este sentido la verdad tiene un carácter absoluto, o
sea que existe independientemente del individuo o de la sociedad en que vive,
la verdad pertenece al mundo de las ideas.
En la transición anteriormente descrita, Descartes
propuso la existencia de tres clases de ideas: IDEAS ADQUIRIDAS: Provienen de la
experiencia sensible, no son seguros ni ciertos. IDEAS ARTIFICIALES:
Elaboradas por medio de la imaginación. IDEAS NATURALES O INNATAS: Provienen
de Dios, Éste las infunde a nuestro entendimiento, son evidentes, intuitivas y
verdaderas porque proceden de Dios y están garantizadas por su verdad.
Posteriormente San Agustín propuso que la razón y la ciencia están subordinadas
a la fe y las verdades divinas expresadas en las sagradas escrituras por lo que
la única fuente de inspiración de la verdad estaría en la Biblia.
Kant avanza y propone que la razón del individuo debe ser
utilizada en la búsqueda de la verdad, y en la ilustración, de la cual es uno
de sus mayores exponentes, se enarbola la expresión ¡Ten el valor de servirte
de tu propia razón!
Marzo 2016
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